martes, 3 de marzo de 2015

Para leer en voz baja



Ponle el nombre que quieras, dilo como lo sientas, y si puedes trata de ser precavido en el ondear de tus palabras y su entonación, muchos pueden verte destruirte en segundos de amontonamiento verbal, de poco pensar y solo de ser un reaccionario impotente, sin sentimientos iluminados, sin la prosa de la calma o quizás también puedan quedar anonadados por tu peculiar manera de desenvolver esa lengua en pasajes como melodías, como el claro del agua del sur, como un fino traje de seda sobre el cuerpo de una mujer, cayendo lentamente, deslizándose por el suelo, y por los ojos y manos enardecidas.

Lo importante nunca va a ser brillar ni estrellarse, lo mas sentido viene despacio. Cuidado con tu rostro y sus miles de misterios, cuidado con lo que el cuerpo quiere desesperad amente decir

( ¡¡Ay carne mía si fueses a gritar por el amor que se fue, por los trabajos perdidos, por no ser un poeta pero si un redactor amurado al papel. Si vos cuerpo mio te desprendieras como se desprende el arco iris salvando la inocencia de un día lluvioso yo estaría mudo por siempre contemplando la belleza de explotar sin decir, de ser eterno en el gesto del universo)

Pero hay lobos en hombres, y también gallinas en ellos. Es un mundo de palabras y de lenguaje, de expresión y de emoción. Quien no la suelta por el aire la deja encerrada en su hogar, en su caja de cartón amordazada.

Dime amigo mio, si en tu interior no hay ecos, y preguntas, y sobre todo un reloj, y su incesante traqueteo que va carcomiendo el impulso. Que enciende y apaga la luz de la conciencia, que entra y sale atontado de un bar prohibido. Cuéntame ahora que me vacié y volví a llenar de esta vida moribunda, llévame a volver a saborear el gusto por contemplar la brisa sin tener que decirlo, por escuchar, por volver a ser y volver a sentir.

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