jueves, 19 de febrero de 2015



V


De ese misterio creció una flor ardiente entre nuestras piernas, y una enredadera de fuegos y calores vino a soldarnos en la penumbra de nuestra soledad.

Flor de vida, flor de verano, una inquietante mirada mutua pudo con el fatal silencio del ultimo beso. Algo no había terminado en aquella esquina donde escribi tu cuaderno, donde la tenue atmósfera que creamos de nuestras ruinas pudo volver a reunirnos en mas de una ocasión.

Perfecta, indomable, suelta y viva, fugaz.

Sos la estrella y la luna creciente de mi vida.

Hay un rincón que no olvida las caricias, y hay mas piel en nuestros cuerpos tibios de la que podemos controlar.

Querida pasajera, Querida Belton que de tu nombre se desprende el amor arropa mi inquietante camino no corramos mas en la tormenta.
IV


Ebrio de mente,
estoy alucinado por el brillo del barrio empedrado,
y los estruendos y las bombas que van disparándose
y van colisionando contra mi voluntad,

Contra la de mis perros,
que a zancadas gigantes y en círculos
quieren morirse y llorar sus ojos de miedo.


Mis compañeros en la luna,
y la guitarra en la tierra;
envuelta en papel, cartón y vidrio.
en nailon, xelofan, en aluminio.

Por mi garganta cuelgan trapos
para que se sequen mientras duermo,
en mi estomago generalmente
se tropiezan las bebidas
de una noche sin memoria.

miércoles, 18 de febrero de 2015



Borracho tal vez.


Se miraba los zapatos desatados, y sus manos corroídas, como una cerradura sin sentido en la puerta de la agonía se miraba y repensaba en el final de los tiempos, en el comienzo de las flores, en las lesiones de su cuerpo y en toda la maraña de la ciudad. En aquellas promesas que no se cumplieron con el tiempo, en la bebida sin descanso, en los vasos rotos de vidrio, en los cientos de juguetes perdidos que reniega y reniega no haber guardado mas cerca de su corazón y no en un baúl de desconsuelo.

Mientras camina apurado por el lado de la sombra, el adoquin pareciera crujir por el sol de la tarde, y el viento solo soplaba por encima de las terrazas, por encima de las nubes (el pensaba).

La ciudad árida, los perros flacos y sedientos, los gatos pegados al suelo como babosas peludas.
El viejo joven desatado por la vida, y las colisiones contra su cuerpo, llevaba en su mano una bolsa de papel madera con dos botellas de whisky

(el whisky puede matarme de calor y cocinarme las entrañas, pero no creo en la ingenuidad de los corazones fríos, creo tanto en mis labios empapados del ardor de tu licor que he perdido las mejores primaveras atado a las botellas mas calientes)


Salio del estrépito del barrio y de sus casas de ancianos, de jardines repletos de rosas, begonias, margaritas, árbol, flor, flor y árbol. Salio de ese sin sentido de imaginarse sentado en las entradas de las casas antiguas restauradas.

Cuando su imaginación lo aprieta este puede sentir hasta los olores profundos de su memoria, puede ver su cuerpo trasladado en la emoción de vivir sin riesgos, puede verse amando a una figura de mujer perfumada, sin curvas pero con esplendorosos ojos de muerte, con cadera misteriosa y manos de tijera, con un armario repleto solo de vestidos amarillos, azules y verdes, con dientes como luces de entrada y pechos tibios de madre, de joven, de vida. (basta para mi de esos sueños reciclables, pensaba y se mordía) Y sus ojos de cristal empezaban tenuemente a chorrear un liquido gris que ardía en su cara, que dolía en su boca cuando este lo tocaba.




Mejor fue salir a la avenida a correr a los autos como un perro apurado, a mirar como el ir y venir de miles de personas como hormigas lo pasaban por encima.

El mejor secreto de un borracho es pasar desapercibido, el mejor y mas doloroso secreto es aquel que llevamos en nuestra vida como un cruz de sal en el cuerpo, como el estigma de no tener, de no querer, de no suceder mas allá de las luces del tiempo que encandila.

Ahí se va el whisky con el atardecer, ahí se queda en su memoria el relámpago de una visita rápida a su intuición violenta sobre la vida que cuelga de sus ropas harapientas.



3






El viento de primavera le soplo en su vida un cálido sentimiento que nunca fue anunciado. Ella dormía sola en una habitación de techos altos, donde mares de colillas de tabaco cubrían todo el piso de madera crujiente. Dormía hasta la tarde, y cuando el Sol se adentraba por el ventanal y tocaba sus pies, ella se despertaba, estiraba cada musculo de su cuerpo, y se fundía en su plenitud despertando en su mañana perfumada de rosas, rosas que ella cambiaba todos los días, o que robaba a escondidas de cualquier jardín.
Ruidos de tazas, y música que resonaba desde el cuarto hacia toda la casa abrían su corazón de a poco. Ya no hay nadie a quien despertar puesto que la ultima rosa, la mas preciosa, ya se había levantado en alto con el Sol de la tarde.
No puedo imaginarme, ni cerrando mis ojos con mucha fuerza, como estaría bostezando sus lagañas en este momento, o como sus manos se mezclan entre el desayuno y el almuerzo.
Solo, inmóvil en un banco de una plaza que conozco demasiado, viviendo un Domingo donde la muerte parece mezclarse con el Sol que repica en mi espalda como estallido de brazas, como madera ardiente.
¿Donde es que voy a dejar mi cuerpo? Si este solo reniega no poder separarse de sus huesos y convertirse en vapor, o en música, o en silbidos chillones del mismo cuerpo, que se aprieta contra las paredes de su piel.
Las grietas de la tarde y su inminente oscuridad se avecina por encima de mi cabeza, y una bandada de horneros de prisa va soltando su vuelo lo antes posible, medio escapando, medio cantando. Curioso es pensar como del azul, y del brillo solo quedaron truenos, granizo, y una obnubilan te presencia de desamparo.
-Llueven gotas enormes (dije) y del llanto solo se puede hablar en voz baja.
Caen hojas y ramas violentas, hay basura flotando, y basura atrapada en las bocas de tormenta, basura a mi lado, basura rota y esparcida por toda la plaza y la lluvia. Algunos perros parecen contentos, o al menos eso pienso mientras los veo revolearse entre si, corriéndose, mordiendo sin ambición, y casi sin un motivo en particular, las ramas, las flores, las hojas. Ellos me animan a romperme, y dejar toda mi alucinación, pero un pequeño umbral de goteras me resguarda irónicamente de la inundación, del diluvio insensate que llego justo a matar de espanto a una tarde irrelevante.
-Estúpido Sol (pensé) cuando uno quiere quemarse debajo un árbol, cuando la tristeza ahonda por horas y horas, este nada puede iluminar. Que tonto Sol, siempre se va de mi...
Y ella en mis ojos como ventanas cerradas, ella en mi imaginación que galopa sin sentido por su cuerpo, ella en la tormenta recostada entre la calma y el ruido.
Quizás me vea en sus sueños, sin zapatos, y con media guitarra desafinada a cuestas, quizás me vea colgado de los sonidos que esta emite, o quizás no tenga ni rostro, y solo sea un tenue calor en sus labios...
De pronto la calma, la humedad, y los perros embarrados. De pronto mis pies pegajosos se tropiezan entre si, y suelto una risa imprevista. Toco mis manos heladas, y entre ellas, el aroma de la flor que duerme hasta tarde eriza mi sentido, le devuelve el color al cielo interminable.